El paisaje puede delimitarse como el terreno observado por algún sujeto. Estos terrenos y observadores forman parte de un entorno compuesto por redes de energía, intercambio y materia, con y sin vida, que los rodea. Algunas dinámicas del entorno en el paisaje son físicas y evidentes. Otras son menos directas y funcionan como pistas para entender los entornos políticos y personales.Los paisajes latinoamericanos están influenciados por construcciones coloniales e históricas. Son espacios comúnmente reducidos a su apariencia y productividad, características que ayudan a separar fácilmente lo deseado de lo indeseado y que, en la siguiente etapa, impulsan la homogenización del territorio, alejando lo distinto. Esta homogenización parece ser un resultado del ideal capitalista globalizado, donde se intenta estandarizar procesos, necesidades e interacciones en nombre de la conveniencia y la productividad.Para mí, el paisaje no es solo un lugar lleno de materia y vida, sino un espacio de visibilización que desafía las dinámicas de dominación que lo construyen. 
Mi obra explora las relaciones de alienación, manipulación e intercambio entre humanos y no humanos en el entorno. Estas relaciones son, para mí, reflejo de estructuras capitalistas y biopolíticas que, además de influir en los paisajes como jardines, parques y baldíos, también actúan en nuestras relaciones humanas. El entorno y sus habitantes no son inactividad ni decoración: son posibilidades y resistencias que cuestionan el sistema jerárquico capitalista. A través de análisis histórico, documentación, intervención y representación de paisajes, busco evidenciar estas dinámicas.